Un espectáculo consistente en la lucha entre un toro y un elefante tuvo lugar en Madrid en 1898: El día que Madrid se disfrazó de la Antigua Roma
«Según las crónicas de la época parece que los únicos que aportaron un poco de cordura en todo este disparate fueron los propios animales. Nada más atar al elefante en el centro de la plaza, éste se soltó de su cadena con una facilidad pasmosa y comenzó a deambular por la plaza, en busca de una protección y amparo que nunca llegó. Después, volvieron a colocarlo en su posición inicial y abrieron la puerta por la que apareció el morlaco embravecido.»