De pequeño, el Sr. Ausente jugaba al Príncipe Valiente en el patio de la escuela. La máscara de Valiente
«En el patio del colegio me dio por jugar al Príncipe Valiente, que era un juego que practicaba en soledad y que ahora veo rarísimo. Consistía en recorrer los márgenes del patio del recreo, que se me antoja enorme a ojos de párvulo, como si fuera en la canoa sobre la que Valiente se aventuraba por los pantanos que rodeaban su exilio de Thule. Era un entretenimiento relajado, un remanso de paz en medio del estruendo infantil. Subido en aquella barcaza, remando de pie, inicié un aprendizaje para abstraerme del mundo en el que aún sigo, aunque hoy es más difícil. La charca era silenciosa y ni siquiera había ogros, tan sólo yo y los acuíferos.»