Flota la idea entre los ciudadanos (¿de todo el mundo?) de que todos los políticos son iguales cuando llegan al poder. Creo que esta certidumbre es el resultado de la experiencia democrática y de ver cómo una y otra vez la actuación en la oposición se transforma en el poder. Es tópico, sí, pero también típico: el poder corrompe, el poder aturde, el poder emborracha.
Marcelo Colussi parte de esta premisa para hacer una crítica de la aportación de izqueirdas al panorama mundial: “Podemos señalar, sin embargo, que la arquitectura conceptual de la izquierda no pasó de considerar estos vericuetos del comportamiento humano como “desviaciones”, a partir del supuesto básico
ingenuamente idílico en el mejor de los casos; ramplonamente pacato para ser realistas, o peor aún: profundamente equivocado de que hay una ética ejemplar en la doctrina socialista, que todo revolucionario debe seguir a cabalidad, y cuyo incumplimiento no puede considerarse sino “traición” a los principios fundacionales.”
Las traiciones de la izquierda.