Yo también lo hice algunas veces. Nada grave, pero suficiente para llamar la atención del resto de la casa o, incluso, de los vecinos. Pero con los años he aprendido a dominarme; no es que ahora falle menos o sean sus errores (mis errores) menos dolorosos, es que la fuerza de la costumbre, la experiencia, convencen a uno de que sólo te cabrearás más si golpeás el teclado o la pantalla. Hay que respirar, forzar una sonrisa y darle al botón de reiniciar. En casos de impotencia o rabia extrema (se ha borrado lo que llevabas escribiendo toda la tarde, por ejemplo) aléjarse rápido del ordenador o pellizcarse con dureza la mano, pueden ayudar.
Violencia informática: hostilidad persona-ordenador, por Javier Cañada.