Raúl Minchinela habla de jueces de concursos televisivos, de formas de ordenar el pensamiento, de pequeños mecanismos de control. La risa enlatada de los jueces.
«Los jueces en la televisión cumplen la función de las risas enlatadas de las telecomedias: decidir nuestra opinión sin necesidad de prestar atención. “La máquina que se ríe por ti” que denunciaba Slavoj Zizek no solo nos libra del trabajo muscular o de comprender el chiste: nos libra también de atender a la tele. Allá en el año 2000 (hace una eternidad) el director del semanario El Coaxial de la Universidad de Zaragoza se suscribió a Vía Digital para seguir de forma intensiva la primera edición de Gran Hermano. Como fiel seguidor del filósofo Gustavo Bueno, que iba a participar como analista en el “experimento sociológico”, sintonizaba cuanto podía el Canal GH y prestaba doble atención en las galas, pero semana tras semana no entendía nada. Expulsaban concursantes de una forma aparentemente aleatoria, sin relación con lo que sucedía realmente en la casa. Cuanto más observaba, menos lógica veía. Tardó meses en descubrir que estaba mirando en el sitio equivocado: a los aspirantes les echaban del concurso según lo que decía Boris Izaguirre en Crónicas Marcianas. El concurso de convivir en la casa no evolucionaba según la forma en la que se convivía en la casa.»