Imágenes como la del salto masivo de inmigrantes marroquíes a la valla de Melilla nos recuerdan eso que no nos apetece mirar. Marta Molina, Cementerio norte, frontera sur.
« Cuatrocientas personas expulsadas al desierto 40 gravemente heridas, al menos ocho muertos –uno de ellos con residencia legal en Marruecos- y una menor violada, seis ojos fuera de órbita, hernias sangrantes, mandíbulas destrozadas, piernas rotas, brazos dislocados, dientes sin propietario, dos incendios forestales, documentación convertida en cenizas, tarjetas de refugiado y solicitudes de asilo incluidas. “El Apocalipsis”, resume alegórico Yayu Bagayoko, maliense de 17 años.
Este es el balance provisional – de acuerdo a ONG e inmigrantes- de las redadas efectuadas en la semana del 22 de julio pasado, la más violenta del año en la frontera hispanomarroquí, un campo de batalla donde se libra una guerra desigual entre las fuerzas de seguridad que la custodian a uno y otro lado y los miles de subsaharianos y subsaharianas que pueblan los bosques y ciudades del norte de Marruecos a la espera de una oportunidad para entrar en Europa, bien como demandantes de asilo bien de manera irregular.»