De los mitos modernos el que prefiero es el de Zelig. Por eso no dudo en recomendarles la lectura del artículo de Juan Fernando Andrade, Zelig y Woody Allen: la crisis de identidad y su relación con los trastornos de personalidad.
«El shock fue doble. Había visto una de las mejores películas de Woody Allen, una de las mejores películas que hubiese visto, punto, y había encontrado un nombre para mi enfermedad. Leonard Zelig tenía la… ¿facultad?, ¿discapacidad?, ¿virtud?… de convertirse en quien tuviera a la mano, bastaba que pasara cinco minutos con un asiático para que sus ojos se rasgaran o que le diera la mano a un obeso para que su estómago se hinchara. Yo no. Quizás mentía para caer bien, pero no más que el promedio (sobre todo si tomamos en cuenta que Woody Allen boxeó con un canguro en televisión para complacer al público en 1966).»