Arcadi Espada sobre el anuncio del Mercedes que atropella al niño Hitler y los dilemas morales que plantea: ¡Adolf!.
«Si te tomas unos minutos más la admiración por la sintáctica pirueta empieza a clarear en desasosiego. Naturalmente se trata de una ficción. De una doble ficción. No solo el niño Hitler no murió, sino que no podía de ninguna forma morir, porque según nuestra conocida creencia las cosas sólo pudieron suceder como sucedieron. Pero la ficción no sólo suspende la credulidad emocional, por así decirlo, sino también la del propio razonamiento. Y eso significa que ya estás dentro de ese Mercedes que atraviesa el idílico Braunau am Inn al encuentro del niño Adolf y de su madre. Y que te parece francamente repugnante lo que va a pasar, es decir, que tu coche mate a un niño.»