Nadie prepara a los padres para cuando los hijos se ponen los calcetines solos. David Álvarez, La mano de Claudia.
«Hace unos meses explicaron con mucho tacto desde el día siguiente los niños debían llegar solos hasta la puerta de la clase, donde solíamos agolparnos a besarlos como si embarcaran en un submarino hacia el Pacífico. Al llegar a casa comencé a prepararla con el imbatible argumento de lo mayor que es y el avance que suponía que nos besáramos un poco antes, en la verja interior, o al lado de la fuente, y siguiera sola desde ahí. Se puso muy contenta y yo me quede con la tranquilidad de haber neutralizado el riesgo de angustia matinal. Se lo recordé al despertarla. Todo seguía bajo control. Entonces llegamos a la verja.»