Alfonso Armada vuelve, veinte años después, a los escenarios que recorrió durante la Guerra de los Balcanes: Srebrenica, nuestro entierro.
«Vi cómo cargaban en tres camiones parte de los 409 ataúdes en el cementerio de Visoko, donde desde hace diez años se encargan de preparar los restos, los huesos, los que han ido identificando y reuniendo en el laboratorio de Tuzla, después de recoger restos desperdigados por los serbios en fosas comunes por toda Bosnia. Son la cosecha del genocidio en Srebrenica, cometida en tres días de julio de 1995. Después de separar a todos los hombres en edad militar, y a algunos centenares del niños, de las mujeres y las niñas, 8.372 fueron pasados por las armas.»