Pueden entenderse los recortes gubernamentales en épocas de crisis globales. Lo imperdonable y grave es dónde decides aplicar las tijeras, y el Gobierno español lo tiene claro: El CSIC agoniza, una vez más, por Arturo Quirantes.
«Los siguientes años fueron los que recuerda cualquier español de edad media: transición política, una crisis económica tras otra, incertidumbre, despegue lento y dubitativo. Año tras año, el CSIS fue creciendo en presupuesto y personal. Poco a poco. Parecía que la ciencia iba arraigando en nuestro país, igual que hizo hace siglos en otros países de lo que eufemísticamente llamamos “nuestro entorno.” También parecía que jugábamos en la Champions de la economía mundial, que nuestra marca daba envidia por todo el mundo y que, metidos en la Europa del Euro, éramos imparables. De repente, se levanta viento y nuestro ropaje raído deja ver las vergüenzas. Nos lo teníamos creído y ahora pagamos las consecuencias.»