A César Mallorquí siempre le fascinó el King Kong de 1933, del que se cumplen ahora 80 años: Kong.
«No estoy seguro de saber por qué me fascinaba, y fascina, tanto esa película. Sus efectos especiales fueron asombrosos en su momento, pero hoy en día (y también cuando yo era un crío) resultan entrañables y un poco naif. Kong parece lo que es, un muñequito articulado, y sus proporciones varían constantemente, siendo más o menos grande según el plano. Se construyó un rostro de gorila a tamaño real –el tamaño real de un supuesto simio gigante-, pero lo que realmente parecía era una falla valenciana. Por otro lado, si el muro de la isla está ahí para contener a Kong, ¿por qué tiene una puerta del tamaño de Kong? ¿Y por qué hay un solo gorila gigante en la isla? ¿Y cómo demonios llevaron a Kong a Nueva York? ¿Y cómo le metieron en el teatro? ¿Y cómo es posible que, al escaparse, a Kong le cueste tan poco encontrar a Fay Wray en una ciudad tan grande?»