Reflexiona Ramón Buenaventura sobre el silencio de los intelectuales y si realmente tienen algo que decir o sirve de algo que lo digan: La intelectualidad enmudecida.
«Tampoco puede afirmarse con verdad que los intelectuales con derecho a publicación en medios sean libres de expresar sus opiniones, porque solo podrán expresarlas si coinciden en todo o casi todo con las posturas del medio en que publican. Dicho en otras palabras, quizá más cínicas: los intelectuales que colaboran regularmente en los medios de comunicación son portavoces disimulados (a veces, incluso, me temo, inconscientes) del medio en que publican. Sus voces, pues, no son personales, sino del periódico tal o la emisora cual, que las pagan y publicitan y utilizan a efectos propagandísticos.»