Quien no conozca la propuesta de Jonathan Swift para solventar el problema de los niños pobres no puede dejar de leer esta obra maestra del sarcasmo: Una modesta proposición.
«Yo creo que todo el mundo está de acuerdo en que este prodigioso número de niños, en los brazos o a la espalda o a los pies de sus madres, y con frecuencia de sus padres, es, en el deplorable estado actual del reino, una grandísima aflicción adicional; y, por consiguiente, quinquiera que pudiese encontrar un método justo, barato y fácil para hacer que estos niños fueran miembros sanos y útiles de la mancomunidad le prestaría un servicio tan grande a la sociedad que se le erigiría una estatua por ser un protector de la nación.»