Emotiva despedida la que le hace Marcos Ordóñez a su amigo Alfredo Landa, que nos dejó ayer para siempre. Buenas noches, jefe.
«Mi historia favorita de Landa no está en el libro: me la contó, la noche de la presentación, su hija Ainhoa. Cuando le encomendaron el rol de Sancho en el Quijote televisivo, Landa se obsesionó con el burro. Decía: “Yo sé cómo trabajar con otros actores, pero nunca he trabajado con un animal. Y este no es un animal cualquiera: este burro va a ser la mitad de mí, porque me pasaré media serie montado en él. Tengo que hacerme amigo suyo, tiene que parecer que llevamos juntos toda una vida”. Empezó a darle vueltas y más vueltas al asunto, a averiguar si los burros comen alfalfa o zanahorias, lo que hacen y dejan de hacer, y luego pasó horas con él, montándolo, dándole un caramelo de eucaliptus a cada toma, como premio. Y así salió aquella portentosa interpretación, pero si le decías que Pacino se pasó un mes en una comisaría para hacer Serpico decía que eso eran tonterías y que los americanos eran muy raros.»