“En la conga de la vida, el que toca las maracas va delante”. Sr. Ausente, El ritmo sabrosón.
«En el último curso de la EGB era necesario manejar con algo de soltura algún instrumento para superar la asignatura de música. El profesor era un tipo extravagante y violento; escondía tras las gafas unos ojos de pequeñito mal nacido y su calva relucía; una calva brillante y sudorosa, do re mi fa sol, con dos poblados matojos de pelo rizado sobre cada oreja, un poco como las caricaturas que se hacía Francisco Ibáñez en los tebeos. Nos anunció que para pasar curso y ciclo y convertirnos en verdaderos bachilleres debíamos escoger un instrumento y practicar con él todo el año. La frase nos daba risa porque todos teníamos en mente el instrumento con el que más practicábamos todos, que para algo teníamos quince años, pero ni era moralmente idóneo ni requería partituras delante. Al menos aquel tipo de partituras. »