Hay, según opino, en este texto de Daniel Cassany, contradicciones y medias verdades, pero también bastante sentido común y varias cosas de las que se puede aprender: Confesiones de un autor pirateado.
«Por supuesto, avisé a mis editoriales, que escribieron al administrador norteamericano del repositorio y a los pocos días se habían eliminado dichas copias. Pero meses después se habían subido otras. O sea, esto es como las verrugas, que las quemas pero salen de nuevo. Algunas de mis editoriales han contratado los servicios de una empresa —”carísima”, dicen—, para limpiar la red, pero no parece que sea muy efectivo.
Resignado, he empezado a coleccionar “versiones piratas” de mis textos. Tengo una carpeta para cada libro. Las hay de todo tipo: completas y parciales, escaneadas de un original o tecleadas con procesador, con varios sellos de origen, en varios formatos (PDF, Word, foto). No salgo de mi asombro. Le pongo sarcasmo porque no quiero hacer sangre ni me interesa la paranoia.»