Que a las mujeres indígenas les dé por el activismo, es algo permitido e incluso deseado por los líderes revolucionarios y religiosos; que la
comandante Esther denuncie los “usos y costumbres” tradicionales que protege el esencialismo antropológico ya no sienta tan bien; pero cuando lo que hay que tragarse es que “el activisimo indígena no se reduce al contexto de las zapatistas, y que no sólo registra una visión alterna sobre el tema de la mujer, sino que esta visión propone una revisión radical de instituciones sociales, políticas y culturales constituivas de ese orden de la tradición”; eso ya es otro cantar, que además enfurece plenamente al “establishment”.
El género de la discordia.