Carlos Camino describe el lento e inevitable adiós de uno de los tipos de periodistas más envidiados e interesantes: los corresponsales. Corresponsales, crónica de una muerte anunciada.
«La AFP teme la tijera. Sabe que tarde o temprano llegará, pero mientras tanto sigue siendo un refugio para muchos exiliados que sueñan con libros de reporteros y con firmar una noticia que incluya el nombre de una ciudad extranjera detrás del suyo. Así, pues, un día pasaron por allí Mario Vargas Llosa o el ex primer ministro François Fillon, pero también nombres más modestos, familiares, a veces, para los que todavía miran quién está detrás de un artículo. Vincenç Batalla, por ejemplo, aprovechó su paso por AFP para apoyarse en su sueño de ser corresponsal en Francia, pues a finales del siglo XX, cuando él llegó allí, ya se empezaba a imponer en los medios la dictadura de “trabajar a la pieza”, una forma barata de tener corresponsales que obliga al periodista a rebuscar mucho para ganarse sus habichuelas.»