Jordi Sánchez-Navarro habla del progresivo arrinconamiento del ocio a las muy seguras casas familiares, lejos de salones recreativos y otros sitios de mal vivir, como los cines. La domesticación del entretenimiento.
«Si el entretenimiento electrónico nacía circunscrito a un espacio de autonomía fuera del control paterno, un espacio en el que una madre nunca entraría (y si lo hiciera no sería bienvenida), esta domesticación implicaba que los jóvenes pudieran plantearse enseñar a jugar sus madres, con el doble resultado de, por un lado, cierta normalización del uso de los videojuegos y, por otro, cierta pérdida de libertad. No parece demasiado osado afirmar que en el caso de la acelerada decadencia de los salones recreativos tuvo un papel importante un síntoma cultural muy arraigado: el impulso de alejar a los niños y jóvenes de espacios en los que pueden estar junto a otras personas de su edad lejos de la supervisión de los adultos. Como afirma Lonnie Sobel, un manager de los salones recrativos estadounidenses Chinatown Fair, en el citado ensayo de June: “A la gente no le gusta que los adolescentes se lo pasen bien”.»