No puedo hacer menos que agradecer a E.J. Rodríguez que haya contado la historia del iraní Mansaur Bahrami, una de las personas que más me han hecho divertirme sobre una cancha de tenis. El genio de la raqueta que nunca ganó un torneo.
«Su historia quedó rápidamente olvidada y regresó al anonimato, pero al menos era un ciudadano con derechos y su breve aparición en plena facilitó que pudiese convertirse en profesional una vez más: algunos jugadores llegaron incluso a ayudarle pagando su asistencia a los primeros torneos. Su reentrada en el circuito se producía demasiado tarde como para adquirir un nivel competitivo de primera clase y además no atesoraba experiencia en grandes torneos. Así pues, su carrera fue muy modesta, la de quien en tenis suelen llamar un “journeyman”. Nunca ganó un torneo de la ATP y nunca pasó del puesto 192 del ranking. Pero al menos estaba jugando al tenis otra vez, y tenía dinero para comer, un techo donde dormir. Era ciudadano francés. Durante doce años más estuvo viviendo modestamente de jugar por Europa, especialmente en pequeños torneos de dobles. Pero toda carrera termina y Mansour Bahrami se retiró en 1993, a los 37 años, habiendo sido un jugador completamente desconocido. ¿Qué iba a hacer ahora?»