Noel Ceballos se pregunta si de repente estamos todos mucho más enfadados por todo ahora que podemos gritarlo a los cuatro vientos digitales. La era enfurecida: ¿Está Twitter convirtiéndonos en unos energúmenos?.
«En su artículo para The Observer ‘Angry? Me? How dare you?’, la periodista Viv Groskop habla de la indignación como la auténtica lengua franca de las redes sociales. Es posible que también nos dejásemos llevar por la ira antes de los 140 caracteres, pero no teníamos un altavoz tan potente como el que tenemos ahora. La indignación (por las cosas pequeñas, por las cosas grandes) ahora es un acto social, es algo que necesitamos expresar en público para sentirnos realizados. En cierto sentido, es de lo que viven productos como ‘Gandía Shore’ o columnistas con Salvador Sostres: si, de algún modo mágico, todos los usuarios de redes sociales decidiesen ignorar su última provocación, dejarían automáticamente de tener sentido. Para Charlie Brooker, cuando un columnista escribe una boutade diseñada (con escuadra y cartabón) para provocar y una jauría de tuiteros reaccionan con furia ante ella, la victoria no es (nunca, nunca, nunca) de la jauría. Es del columnista, que ha generado una cantidad de tráfico inimaginable de otro modo. El sujeto atacado siempre gana.»