Pedir un cigarrillo tiene muchas y complejas implicaciones, como bien ha sabido ver Ainhoa Rebolledo. Los cigarros.
«Afortunadamente, no existe una ley sobre el tabaco. De igual forma que existen infinitas leyes sobre el trabajo o la compraventa de bienes ——que no tiene rima asonante ao—ao—ao—ao—— TÚ puedes hacer lo que quieras ——menos venderlo, menos fumarlo en parques infantiles, hospitales, colegios, menos mil cosas—— con TU tabaco. (…) Es más, puedes incluso crear tus propias leyes que vayan intrépidamente más allá del “en mi casa se fuma / no se fuma”
La única persona que la estaba escuchando, Manuel D., deja de escucharla mientras se lía un cigarrillo pero luego se acuerda de que esa noche se quiere follar a Mònica muy fuerte y una vez encendido el cigarro vuelve a prestarle atención.»