Luis Manuel Ruiz advierte sobre el hecho de que un mal nombre de personaje puede arruinar una buena novela. Quiero nombres.
«La piel fría (2003), de Albert Sánchez Piñol, es un meritorio ejemplo de terrorismo literario pergeñado por un escritor peninsular: para asustar no son necesarios un apellido anglosajón, vampiros de los Cárpatos ni casas aisladas en el Medio Oeste americano. Pero lo primero que espanta en la novela de Sánchez Piñol no es la trama, sino la aparición de uno de sus personajes. Que dice llamarse, sí, Batís Caffó.»