No puedo evitar que esta historia de E. j. Rodríguez, Soapy Smith, el mayor granuja del Salvaje Oeste, me recuerde a nuestros políticos, nuestra particular “banda del jabón”, que estafan y roban amparados por la ley. Necesitamos un “comité de los 101” que los ponga en su sitio.
«Durante veinte años Soapy Smith había estafado, robado y amenazado. Había llegado a controlar los bajos fondos de ciudades enteras y su nombre había ido de “saloon” en “saloon”. Había sido el rey en Colorado, durante sus más gloriosos años como criminal. Pero aquel día, en los muelles de Skagway —una pequeña ciudad de la fría Alaska, a miles de kilómetros de la sureña Georgia donde había nacido treinta y siete años antes— su carrera terminaba de un balazo. Era el final de uno de los más famosos delincuentes del Salvaje Oeste, el “rey de los timadores de la frontera”. El ocho de julio de 1898 moría el hombre, pero nacía la leyenda.»