En La Celestina no hay amor, hay sexo, o al menos eso es lo que quieren los personajes. Lo cuenta Antonio Orejudo en Entre pijos anda el juego.
«El amor cortés —viene a decir Fernando de Rojas— es una mentira; el amor no tiene nada de espiritual ni de abnegado; el amor es un espejismo que se han inventado los poetas para hacer más aceptable la cruda realidad: que los amantes —estos y todos los demás— sólo quieren follar.»