Hay un par de artículos en el suplemento cultural de
La Nación que defienden el hábito de la conversación. Una cosa que me extraña es que ambos se encierran en una discusión de la trivialidad de las conversaciones y de su necesidad social. Lo que no veo es una defensa de la conversación como lugar de intercambio productivo en el campo intelectual. Los matemáticos siempre se juntan a tomar el té: hablan de tonterías e intercambian pareceres sobre su trabajo con toda la naturalidad del mundo, de ahí salen ideas importantes, soluciones inesperadas. La conversación no solamente nos salva de la soledad, también ofrece un estímulo al pensamiento.
Santiago Kovadloff:
Palabras compartidas;
Leonor Arfuch:
Elogio de la conversación.