Peculiar, como siempre, Werner Herzog, ejemplifica son su cine y su entorno en esta conferencia: Una charla sobre la verdad y lo sublime.
«Si bien la verdad es inasible, quisiera narrarles un encuentro inolvidable que tuve con ella cuando rodaba Fitzcarraldo. Estábamos filmando en la selva peruana al este de los Andes, entre los ríos Camisea y Urubamba, donde después arrastraría un enorme barco de vapor a través de una montaña, cuesta arriba y cuesta abajo. Los indígenas que vivían ahí, los machiguengas, constituían la mayoría de los extras de la película y nos habían dado permiso para rodar en su tierra. Además del pago, pedían otros beneficios; querían entrenamiento para el doctor local y un barco para poder llevar ellos mismos sus cosechas hasta el mercado, algunos cientos de kilómetros río abajo, y así no tener que venderlas a través de intermediarios.»