Daniel Quinn cuenta su día de huelga general en la calle, su miedo, sus pensamientos, sus opiniones. Entre otras cosas pasó por delante de mi calle, que ardía como tantas otras. Política del miedo
«Manifestación multitudinaria. Llegamos a Atocha y parece que baja la densidad de gente, pero todos seguimos andando hasta Neptuno, hasta que la densidad se equipara a la del principio. En realidad no sabemos si la manifestación tiene que llegar hasta Atocha o hasta Neptuno, pero pensamos que no importa demasiado. La calle está atestada de gente, el ambiente es perfecto, sin incidentes, tranquilo, entre lúdico y concienciado. Un grupo de seis o siete amigos departimos en mitad de la plaza, auspiciados por Neptuno, sin saber que cuatro o cinco filas por delante de nosotros va a empezar una carga policial carente de ningún sentido. No llegamos a ver en qué consiste, pero escuchamos disparos de lo que parecen pelotas de goma (esperamos que al aire, pero no lo sabemos). La gente empieza a correr hacia atrás, buscando los pocos huecos entre la gente. Nosotros tenemos que saltar entre los arbustos para escapar, e intentamos evitar correr, intentamos evitar que cunda el pánico. Pero la policía parece empeñada en lo contrario, porque siguen las cargas, una tras otra y, entonces, columnas desordenadas empiezan a correr en todas direcciones, queriendo escapar de la ratonera en que se ha convertido el Paseo del Prado. ¿Por qué formar una ratonera? Si quieren disolver, ¿no hay que dar las máximas facilidades para la dispersión en lugar de cortar calles?»