Sergio L. Palacios recuerda el proceso que llevó en 1954 en Estados Unidos a implantar un código de normas morales para publicar cómics: Los depravados superhéroes. Tan delirante como cercano.
«El doctor Wertham veía en la convivencia de Batman con Robin y su fiel mayordomo Alfred nada menos que el “deseo de dos homosexuales de vivir juntos”. Wonder Woman era una lesbiana escandalosa que vivía en una isla de bolleras perversas. Superman era descrito como una distorsión fascista de la realidad, diseñado exclusivamente para que los niños se sintiesen inferiores y sucumbieran a la delincuencia. Los niños no estaban preparados para distinguir entre la absurda y disparatada fantasía de los cómics y la realidad más mundana de sus vidas diarias, lo cual provocaba que fuesen vulnerables a un contenido claramente homosexual y antisocial.»