Manuel de Lorenzo explica lo que muchos llevamos pensado desde que a la (Real) Academia se le ocurrió dar libertad para acentuar o no diferentes acepciones de una palabra. Es obvio, y debería serlo para un académico, que esa distinción tiene el sentido práctico de ayudar a deshacer la ambigüedad sintáctica y, aunque el mensaje se pueda entender sin esas pistas, con ellas el texto es más claro. Yo, como Manuel, me bajo aquí. En Ni limpia, ni fija, ni da esplendor.
«Si aceptamos que ahora lo correcto es escribir “sólo” sin tilde en nuestro blog o preferimos seguir haciéndolo como hasta ahora para que no parezca que formamos parte de ese sector de población que, por la razón que sea, desconoce la grave diferencia que hay entre colocar o no esa dichosa tilde. Personalmente, prefiero dejar las cosas como están porque no tengo por costumbre hacer caso a tonterías, pero me preocupa que ni la propia Academia sepa dónde está exactamente el límite. Todas las esdrújulas se acentúan, ¿por qué no suprimir esa regla? Mucha gente escribe dos puntos suspensivos en lugar de tres, ¿por qué no aprobamos eso también? ¿El espacio que debe suceder a la coma? ¡A la basura! Si la RAE continúa tolerando gilipolleces, ¿a partir de cuál exactamente comenzarán ustedes a desobedecer? Yo, si me lo permiten, me bajo aquí.»