Tercera y última parte de la serie que ha escrito el Dr. Zito sobre los fantasmas de la periferia, de los suburbios, de las ciudades contemporáneas. Fantasmas suburbanos 1971-1992 (y III).
«Son estos pues unos años de un intenso conflicto tanto generacional como entre los sexos. Años en que las promesas de una vida idílica y sin problemas, tabulada y feliz, se rompen para mostrar una absoluta verdad, un páramo estéril de banalidad y aburrimiento, de confrontación y sometimiento, que hombres, mujeres, hijos e hijas, libran sordamente en barrios nuevos, bloques de pisos y urbanizaciones blanqueadas. Cuando el mito del amor romántico se despedaza, aparece la verdad biológica que subyace en la pareja, la finalidad última del apareamiento y posterior cuidado de la prole, y aparecen desnudas las estructuras culturales y los requerimientos económicos puestos en pie para conseguir y sostener ese objetivo de especie. No es díficil enmarcar las historias reales y ficticias sobre poltergeists y fantasmas suburbanos de aquellos años en este contexto. Los fantasmas otorgan significado a unas vidas vaciadas de sentido. De repente el suburbio aparece mágico, épico, poblado por fuerzas secretas que hay que conjurar, que la pareja debe afrontar unida, o que le mujer enviudada o separada ha de repeler para asegurar el bienestar de lo suyos. Las viviendas más humildes y comunes se convierten en misterios por investigar, en fuentes de una amenaza innombrable a la que hay que enfrentarse. En esa defensa del hogar, los objetos más anodinos se tornan armas y los hijos quintas columnas. Una pieza de lego, unos palos de golf, un armario, un sofá, una almohada, son poseídos por esos poderes arcanos; dejan de ser inanes y comunes, adquieren agencia y propósito.»