Interesante la historia de Juan Quezada, cuya maestría en la alfarería le sacó a él y a su pueblo de la miseria: La magia de las ollas de Juan Quezada.
«“Ponte a trabajar; deja de soñar”, le decían cuando lo veían hacer mezclas para obtener colores y matices. Revolvía lo que encontraba o tenía: nopal, raíces, frutas, cochinilla.
Ajeno a lo que ocurría en su comunidad, dice que cuando era pequeño lo enviaban a las montañas por leña. Un día, al volver, bajó por un arroyo y se topó con una cueva. “Entré para ver si encontraba algo de valor”, recuerda y dice que quizás era una tumba “de algunos de nuestros ancestros, por los objetos que encontré”.»