Laura Casielles escribió hace un par de meses sobre Elinor Ostrom, la única mujer que ha ganado el Premio Nobel de Economía y que falleció el pasado mes de julio. Elinor Ostrom.
«Desde la California de finales del siglo XX, Elinor se desmarcó de sus contemporáneos para poner en duda el que había sido (y aún es) uno de los dogmas de la economía liberal: la llamada «tragedia de los comunes». Se trata de la idea de que si un recurso no está sujeto a la propiedad privada o estatal será, inevitablemente, esquilmado hasta el agotamiento por los usuarios, que antepondrán su ansia de poseer a la racionalidad de hacerlo durar. A Ostrom, algo no le encajaba en esta teoría. Empezó entonces a visitar tribunales de aguas, pastizales colectivos, bosques comunes. Y lo que vio al estudiarlos fue que la propiedad colectiva de los recursos no solo no llevaba a su derroche y malversación, sino que los hacía durar más, los distribuía mejor y tenía menos consecuencias ecológicas nocivas que la gestión por parte de instituciones externas. Claro que, como los antiguos griegos de vocación doméstica, Elinor estaba pensando en repartir y conservar, no en crecer ni en ganar. Desde esa perspectiva, veía que la cooperación es más satisfactoria y motiva más que la servidumbre. Por la vía del mutuo compromiso y la mutua supervisión, los bienes comunes aparecían como salvaguarda (y no como riesgo) para la tarea de buscar el bien común.»