El escritor y crítico de arte John Berger reflexiona sobre los últimos autorretratos de Rembrandt y da gusto leerlo: Un paño sobre el espejo.
«Cuando haces un retrato de otra persona, la miras atentamente para intentar encontrar lo que hay en su cara, para intentar averiguar qué le ha sucedido. El resultado (a veces) es una especie de semejanza, pero una semejanza, por lo general, exánime, porque la presencia del retratado y la observación rigurosa de sus facciones inhiben tus respuestas. La persona se va. Y entonces puede suceder que vuelvas a empezar el retrato, pero la referencia ya no es una cara que tienes enfrente, sino una cara reconstruida en tu interior. Ya no tienes que mirar intensamente; al contrario, cierras los ojos. Empiezas entonces a hacer un retrato de lo que la persona retratada ha dejado olvidado en tu cabeza».