Antonio Rivero Taravillo escribe sobre el tiempo que pasó el escritor W. Somerset Maugham en Sevilla. El visitante de abril.
«Muchas cosas le llamaron la atención en esta primera estancia. Ahora que es verano, señalaría la frescura aliviadora de los patios y la matizada luz que filtraban las velas de la calle Sierpes, un escudo contra el sol del todo impensable en Inglaterra. Recorrió el Alcázar, que le defraudó porque vio en él una desafortunada sobreposición de la arquitectura cristiana a la árabe, y sin embargo en su deambular tuvo presentes a Pedro el Cruel y a María de Padilla. Del primero glosa acerca de la leyenda de su poligamia: “tenía gustos orientales”. En los jardines lo invadió la nostalgia de su patria y las rosas le trajeron aromas familiares, que lo transportaron a Kent.»