Remo escribe tan poquito en Curioso pero Inútil que cuando regresa hay que celebrarlo siempre. Esta vez habla de el extrañamiento que sufrimos cuando usamos unas Escaleras mecánicas paradas.
«Cuando un niño se sube por primera vez a una escalera mecánica, a pesar de que está viendo que se mueve, se cae hacia atrás (se vence, no llega a caer, por lo menos en mis experimentos) y debe agarrarse al pasamanos para mantener el equilibrio. Toda la maniobra va acompañada de una sonrisa boba adorable y una cara de mareo, con sonidos tipo “¡uau!”, mientras papá, a medio metro por detrás, con las manos extendidas por si acaso, observa la maniobra con mezcla de precaución y regocijo. La segunda, tercera y cuarta veces el mecanismo inconsciente de equilibrio (llamémoslo así) ya ha entrado en funcionamiento y las entradas en la escalera son más estables. La quinta vez que mis hijos subieron a una escalera mecánica del corte inglés lo hicieron “en automático”, sin necesitad de controlar conscientemente su equilibrio. Esto lo he visto yo, con dos niños a la vez, y fijándome explícitamente en sus reacciones. Los tiempos entre cada una de las experiencias oscilaban entre una y varias semanas. Por tanto, puedo afirmar que el control motor inconsciente del cerebro tiene muy buena memoria y es muy hábil al acostumbrarnos a este tipo de plataformas móviles.»