El consumo de cocaína como síntoma de la enferma sociedad actual. Algo así propone Miguel Espeche en El dulce veneno de la cocaína.
«Es que, justamente, el efecto anestésico de la cocaína, que blinda la emocionalidad y la capacidad empática, evita todos los “perjuicios” que ese “otro” significa en el diario vivir. Si hay algo que distingue a la cocaína es el egoísmo de su idiosincrasia y el de la cultura a la que representa. El consumidor de cocaína “hace la suya”, como mucho, generando alianzas circunstanciales con sus laderos, pero sin capacidad de enraizarse emocionalmente en nada.»