Félix de Azúa sobre el que él considera el primer gran pirata musical, el niño Mozart: Ni siquiera él.
«No obstante, los Mozart acudieron a la cita con una aviesa intención y de principio a fin pudo verse al pequeño Mozart escuchando la obra con una intensidad extraordinaria. Al término del concierto salió disparado y en la puerta misma sacó un grafito que llevaba en la manga y comenzó a escribir aceleradamente sobre el papel que su padre escondía en la casaca. Wolfgang copió el Miserere íntegro y de memoria. Una hazaña.»