Josep Berruezo se niega a usar Whatsapp, la aplicación de mensajería popular de los móviles, y da sus razones. Whatsapp, el caramelo envenenado.
«La pregunta debería ser:
¿De verdad es gratuita esta aplicación?La respuesta es NO. De hecho, es carísima. El precio que pagas (aparte de la tarifa de Internet que hayas contratado) es tu intimidad. Automáticamente después de instalarte WhatsApp, dejas de ser el propietario de la fracción de tu vida que allí compartas. Todas las conversaciones y archivos intercambiados pasan a ser propiedad de WhatsApp Inc. Además la aplicación realiza una radiografía de tu terminal, identifica los contactos que tienen el programa y los copia, trazando un mapa de conexiones, una red social de hecho, solo visible por la empresa. Por si fuera poco, aceptando las condiciones de uso consistes expresamente que tus datos personales sean transferidos a EE.UU. y se les aplique la legislación de aquel país, mucho menos protectora con la intimidad de las personas que las políticas de privacidad europeas.»