Yo imagino, no sé sin con fatalismo o sin él, que dentro de unas décadas nadie se planteará siquiera la validez moral de la clonación ni el uso de la manipulación genética para la reproducción: será un hecho diario y cotidiano, sean cuales sean sus consecuencias sociales y físicas. Simplemente sucede que ya se puede oler cómo es asunto imparable. Mientras esto se precipita, podemos leer artículos con reflexiones y planteamientos interesantes como el de
Joan Bestard,
Los efectos de nacer con artificio: “La prohibición del incesto aseguraba una línea de demarcación clara entre naturaleza y cultura; la línea divisoria la marcaba la reproducción en promiscuidad o la reproducción según las normas de la filiación y la alianza. Sólo los animales y los dioses podían permitirse el lujo de ir más allá del universo de las reglas que cada cultura elegía para los simples humanos. A principios del siglo XXI esta distinción entre naturaleza y cultura se ha ido desvaneciendo.”