Breve, pero un buen ejemplo de lo que se le exige a un representante público en Suecia; no sé cuántos políticos permanecerían en el cargo por estos lares: Exigencias de la moral nórdica, de Luisa Corradini.
«La cuestión de la separación de la vida privada y pública es tan sensible en aquellas latitudes, que los representantes del pueblo suelen caer por pecados veniales que, bajo la lupa de los medios, adquieren proporciones de crimen. En 1995, la muy popular viceprimer ministra Mona Sahlin, que ambicionaba la dirección del Partido Socialdemócrata sueco, tuvo que renunciar después de un escándalo bautizado “Toblerone”. Sahlin fue sospechada de haber utilizado su tarjeta de crédito oficial para realizar unas compras anodinas, entre ellas dos barras de ese chocolate.»