Me ha gustado este post-carta de agradecimiento de Gonzalo Hidalgo Bayal después de que en un instituto hayan puesto su nombre a una biblioteca. Los nombres.
«En cierta ocasión alguien que había leído ‘Campo de amapolas blancas’ y ‘Paradoja del interventor’ me preguntó por qué los personajes no tenían nombre y le hablé de lo difícil que resulta decidir que un personaje de ficción se llame Lucas o Gumersindo, porque la elección es una marca de carácter que afecta necesariamente a toda la invención posterior. Nunca, sin embargo, se me había planteado un problema lingüístico como el presente. Por una parte, se une un nombre a una biblioteca, pero no es el nombre el que honra a la biblioteca, sino la biblioteca la que hace honor al nombre. Qué sentido tiene esa combinación, me pregunto. La biblioteca seguirá siendo ‘La biblioteca’, con o sin apellidos.»