El cultivo de lo inútil es una de las grandes características de Occidente. Lo que resulta inútil por si mismo, luego resulta útil en otras circunstancias o en conjunción con otros elementos útiles o no. Incluso la construcción de algo inútil tiene una utilidad: nos damos cuenta de que es inútil y no hay que volver a repetirlo. El valor de lo inútil se nos olvida cuando hace tiempo que no abandonamos la ruta habitual, de casa al negocio, del negocio a casa. Me extraña que el constructor de crucigramas y amante de los juegos de palabras,
Màrius Serra, no aborde el tema con alegría: “promulgamos la construcción de altas murallas para defender las fronteras europeas y a la vez no cejamos de huir de ellas como locos. Más lejos. Más rápido. Hacia ninguna parte.”
Dakar-París.