Ernesto Filardi sobre el «tránsito hacia la desolación» de Cervantes, un gran artículo biográfico: Aquel de cuyo nombre no quisieron acordarse.
«Unos días después, ya repuesto del viaje y el cautiverio, emprendió el camino de vuelta a Madrid. Allí le esperaba su familia, empobrecida tras conseguir a duras penas el dinero del rescate. Ellos ya sabían de la invalidez (que no carencia) del brazo izquierdo gracias a los testigos que, a petición de Rodrigo de Cervantes, habían relatado las hazañas de su hijo Miguel ante un escribano para conseguir que su solicitud de ayuda fuera atendida. Dos de ellos testificaron que el mismo día de la batalla, 7 de octubre de 1571, amaneció con fiebre, y que ante la insistencia del capitán Diego de Urbina para que se quedara descansando, su única respuesta fue: “Aunque esté enfermo y con calentura, mas vale pelear en el servicio de Dios y de su majestad y morir por ellos que no irme bajo cubierta”.»