En
El mago y el científico,
Umberto Eco reflexiona sobre una sociedad, la nuestra, que lejos de huír de lo mágico se aferra a ello, y como consecuencia la Ciencia, es una disciplina que sólo vemos en su vertiente mágica —aquella que produce resultados inmediatos, la velocidad de la que hablábamos
el otro día— y de la que estamos totalmente alejados porque sus métodos requieren lentitud, perseverancia y paciencia: “Creo que deberíamos volver a los pupitres de la escuela. Le corresponde a la escuela, y a todas las iniciativas que pueden sustituir a la escuela, incluidos los sitios de Internet de credibilidad segura, educar lentamente a los jóvenes para una recta comprensión de los procedimientos científicos.”