Fui un gran admirador del Santiago Solari que daba patadas a una pelota y casi lo soy tanto del que, teclado en mano, escribe artículos lúcidos y mesurados. En Cuando ciegan los colores el exfutbolista reflexiona sobre el insoportable fanatismo que, cada vez más, rodea al mundo del fútbol.
«Hay gente que es capaz de debatir de forma apasionada, honesta y civilizada sobre cualquier argumento y que, de pronto, se torna completamente intolerante a la hora de discutir sobre su equipo. Como si necesitaran un recreo de las cosas importantes, algunos, cuando hablan de fútbol, activan el piloto automático de las emociones»
No me refiero a las reacciones que se producen en el transcurso de los partidos, cuando la sangre hierve y, sin importar lo que suceda, todo el mundo insulta al árbitro o al juez de línea, sino a cuando, plenamente conscientes y con la perspectiva del tiempo y la distancia, se insiste en conservar la ceguera.