En el último número de la Revista Malabia, su director, Federico Nogara plantea interrogantes que quieren ir más allá del dilema: ¿papel o digital? Las necesarias preguntas, serían.
«Teniendo en cuenta que sólo se escribe sobre viajes o crímenes, también sobre amor, pero el amor es un viaje o un crimen, si no tenemos nada que decir o agregar al respecto, si lo que vamos a decir no tiene profundidad, carece de sofisticación, no está dicho de manera diferente o hace sentir al lector diferente, si no expande las posibilidades del lenguaje, o no está el texto trabajado de manera que transmita algo de manera más precisa, intensa o abarcadora de lo que se ha tratado antes, resulta que estamos haciendo una redacción, un simple ejercicio. Todos tenemos derecho a escribir, a jugar al fútbol, a fabricar muebles, cocinar y otras actividades, pero de ahí a convertirlas en un oficio media un mundo.
La discusión sobre el uso de un soporte determinado y las campañas a favor de la lectura son iniciativas loables de gente bien intencionada. Pero no podemos seguir discutiendo ciertos temas como si estuviéramos en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, cuando todavía existía un mercado literario, que permitía a la población el conocimiento de escritores de una calidad innegable. En la actualidad, los críticos verdaderos, los que no se limitan a hacer reseñas elogiosas, plantean que si se presentaran en cualquier editorial Cortázar con su “Rayuela”, Borges con sus “Ficciones” (con el que comenzó su fama en Europa) o Joyce con su “Ulises”, los echarían a patadas. »