Tsevan Rabtan intenta analizar si tiene sentido que haya megarricos en el mundo, y si eso casa con sus propios postulados de liberalismo económico. No hay una respuesta sencilla, como verán. ¿Son Slim, Gates o Buffett un producto de desecho inevitable de nuestro sistema?
«La primera respuesta posible es la más simple: son muy ricos sí, pero esa fortuna es suya. Legalmente suya. Es suyo “porque se lo han ganado”. Si se considera que el derecho a la propiedad privada es un “derecho fundamental” cualquier limitación cuantitativa equivaldría a una intromisión del Estado, inadmisible. El Estado puede cobrar impuestos, pero esos impuestos no se pagan para reequilibrar nada —función que se considera distorsionadora—, sino que deben dirigirse a mantener un aparato estatal mínimo que garantice la seguridad de los ciudadanos, es decir, un marco en el que los convenios privados puedan desenvolverse de forma segura y eficaz. Todo lo más, se advierte, el Estado debe realizar una función asistencial, de mínimos vitales. Que haya “muyrricos” sería una consecuencia inevitable con independencia de consideraciones morales.
Esta tesis siempre me pareció o ingenua o ventajista por una razón: nunca se ha construido una sociedad desde la nada. No ha existido, social e históricamente, una partida de monopoly en la que a todo el mundo le hayan repartido la misma cantidad de pasta antes de empezar a jugar. Echemos un vistazo, simplemente, a los actuales ricos de Rusia o China. Si es usted francés y se escandaliza, recuerde lo que pasó en los siglos XIX y XX, durante la colonización de África, y el origen de una gran parte de las grandes corporaciones francesas actuales.»