Análisis desde el mundo árabe de las revueltas del pasado año y de cómo es necesario un nuevo impulso que termine lo que se quedó a medias, en el mejor de los casos: A la espera de la primavera social, de Yasín Timlali.
«Un año ha transcurrido desde que el presidente refugiado en Abha entendiera que no tenía otra salida que su renuncia al poder, pero las nuevas autoridades de Túnez no hablan de renunciar al «modelo tunecino» vinculado a su nombre, un modelo erigido sobre la inversión en las zonas turísticas (es decir, cerca de los puertos comerciales) a costa de las zonas interiores del país, y sobre la orientación de la fuerzas productivas hacia la exportación y el fomento de los sectores económicos que no requieren mano de obra altamente cualificada, como el textil o servicios, lo que explica el aumento de la tasa de desempleo entre los medios con titulación universitaria). Si la mecha de los movimientos de protesta no siguiera prendida en las regiones del noroeste y del centro de Túnez olvidaríamos que la revolución tunecina, antes de convertirse en la elegante y romántica Revolución del Jazmín, estalló en Sidi Buzid, una localidad privada del «milagro económico benaliense».»